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Hace diez años, la familia de la joven se vio destrozada por una mujer hermosa que sedujo a su padre… Él, cegado por esa pasión, abandonó a su esposa y a su hija, dejándolas sumidas en la miseria… Diez años después, ella oculta su verdadera identidad para acercarse al hijo de aquella mujer y ejecutar un plan que le haga sentir el dolor que un día causó.

Capítulo 1 – Bajo el sol de Sonora


El calor del mediodía en Sonora era implacable, y las calles polvorientas del pequeño pueblo parecían arder bajo la luz dorada del sol. Mariana, de veinticinco años, caminaba con paso firme, sus botas levantando pequeñas nubes de polvo mientras avanzaba hacia la plaza central. Su mirada estaba fija en la casa abandonada al final de la calle; allí, diez años atrás, su mundo se había desmoronado.

“Diez años… diez años de dolor que no se borran,” murmuró para sí misma, apretando los puños.

Recuerda vívidamente aquel verano cuando Elena apareció en su vida. Elena, con su belleza que hipnotizaba y su risa que parecía prometer secretos prohibidos, había capturado el corazón de su padre. Su padre, deslumbrado, dejó a Mariana y a su madre Isabel, sumiéndolas en la pobreza y la soledad.

—Mariana… ¿por qué no sonríes? —preguntaba su madre cada mañana, intentando esconder la tristeza tras una sonrisa forzada.

—Porque no hay nada que celebrar —respondía Mariana con voz fría, aún pequeña, pero con un fuego que ardía en su interior.

La humillación, el abandono y la rabia se convirtieron en el combustible que moldeó a Mariana. Mientras otros niños corrían por los campos, ella estudiaba, leía, se fortalecía. Cada palabra de consuelo de su madre era un recordatorio de la injusticia que habían sufrido.

Ahora, diez años después, Mariana estaba lista. Su belleza no era accidental; cada gesto, cada mirada calculada, era parte de su estrategia. Sabía que Elena vivía en Guadalajara y tenía un hijo, Alejandro, un joven talentoso e inocente que no había conocido la verdadera naturaleza de su madre. Mariana planeaba acercarse a él, infiltrarse en su vida, y hacer que Elena sintiera el dolor que ella misma había soportado.

Mientras el sol comenzaba a descender sobre los cerros, Mariana cerró los ojos y respiró hondo. “Esta vez,” se dijo, “no habrá escapatoria.”

Capítulo 2 – El plan desde las sombras


El primer encuentro con Alejandro no fue casual, aunque él creyó que sí. Mariana se presentó como voluntaria en un proyecto cultural que ayudaba a jóvenes a aprender artesanías tradicionales mexicanas. Su acento, su risa y su compasión lo hicieron confiar en ella inmediatamente.

—No entiendo por qué te interesa tanto ayudar aquí —comentó Alejandro mientras compartían té de flor de jamaica—. Muchas personas buscan reconocimiento, no realmente hacer algo por los demás.

—Yo no busco nada más que entender a las personas —dijo Mariana, sus ojos reflejando un brillo misterioso—. Todos llevamos cicatrices, ¿no crees?

Alejandro asintió, sin saber que sus palabras tocaban la fibra más sensible de Mariana. Día tras día, ella sembraba pequeñas dudas sobre Elena: historias sobre sacrificios mal interpretados, rumores sutiles sobre decisiones cuestionables de su madre, siempre con cuidado de no revelar su identidad.

Pero pronto, Mariana se encontró atrapada por sus propios sentimientos. Alejandro era bueno, noble, un joven que nunca había odiado a su madre, que veía el mundo con esperanza. Él le contaba cómo Elena, a su manera, siempre lo había cuidado, aunque los demás no lo comprendieran.

—Mi mamá… hace muchas cosas que nadie ve —dijo Alejandro un día, mientras observaban los murales de la plaza—. A veces me pregunto si realmente entiende cuánto la quiero, aunque se equivoque.

Esas palabras atravesaron a Mariana como un cuchillo. La rabia que había alimentado durante una década empezó a mezclarse con algo que no esperaba: compasión, y quizá, algo más.

El clímax de su plan se acercaba. Mariana había organizado un gran evento social en Guadalajara, una gala elegante donde Elena y Alejandro estarían presentes. Su intención era confrontar a Elena públicamente, revelando secretos del pasado, mostrando cada traición. Pero en el último momento, Alejandro descubrió la verdad: Mariana era la hija de la mujer que su madre había destruido.

—¡Mariana! —exclamó Alejandro, sus ojos llenos de incredulidad—. ¿Tú… eres…?

El corazón de Mariana latía con fuerza, la adrenalina y el miedo mezclándose en un torbellino. Todo lo que había planeado estaba a punto de desmoronarse.

Capítulo 3 – Entre el odio y el perdón


La noche de la gala, el salón brillaba con luces doradas y música de mariachi. Elena lucía radiante, ajena al peligro que se acercaba. Mariana estaba lista, con la carta final de acusación en su bolso, preparada para destruirla.

Pero al ver a Alejandro mirándola con ojos suplicantes, su resolución vaciló. Él confiaba en ella, lo admiraba, y aún así, ella estaba a punto de usarlo como instrumento de venganza.

—Mariana… ¿esto es lo que quieres? —susurró Alejandro, tomando su mano—. ¿Herir a alguien que… él podría no merecerlo?

Elena, sintiendo la tensión, se acercó con una sonrisa cautelosa.

—¿Qué pasa, Mariana? —preguntó, sin sospechar que estaba frente a la hija de la mujer que había destruido su vida.

Mariana cerró los ojos y respiró hondo. Cada recuerdo doloroso, cada lágrima de su madre, cada noche de angustia, todo gritaba venganza. Pero entonces vio a Alejandro, y algo dentro de ella cambió. El odio era pesado, pero el perdón ofrecía libertad.

Con manos temblorosas, Mariana dejó la carta sobre la mesa y dio un paso atrás.

—Elena… —dijo con voz firme pero serena—. Espero que algún día entiendas tus errores. Eso es todo lo que diré.

La tensión se disolvió, y Mariana sintió una calma inesperada. Se acercó a Alejandro, y juntos salieron al aire fresco de la noche, dejando atrás la pompa y el dolor.

Al amanecer, Mariana se encontraba en un cerro frente al desierto de Sonora. El sol se elevaba, bañando la tierra con un rojo brillante. Sintió el calor sobre su rostro y por primera vez en diez años, respiró tranquila. Había dejado atrás el odio, y frente a ella estaba un nuevo comienzo.

—Tal vez… —susurró Mariana, mirando el horizonte—… todavía hay belleza en este mundo.

El desierto parecía asentir, el viento llevándose consigo el pasado, dejando espacio para la libertad y la esperanza. Mariana finalmente estaba libre.

‼️‼️‼️Nota final para el lector: Esta historia es completamente híbrida y ficticia. Cualquier parecido con personas reales, hechos o instituciones es pura coincidencia y no debe interpretarse como un hecho periodístico.

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