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Mi esposo acababa de irse de viaje por trabajo cuando mi hija me susurró, con preocupación: —Mamá… tenemos que salir corriendo de la casa. Ahora mismo. Apenas habían pasado cinco minutos desde que salimos del portón, y lo inimaginable sucedió…

Capítulo 1 – La noche del aviso


Mexico, Oaxaca. Las calles empedradas brillaban bajo la luz amarilla de los faroles, y las fachadas coloridas de las casas parecían susurrar historias de siglos pasados. Yo, madre soltera de Sofía, de diez años, me sentía atrapada entre la emoción de vivir en una ciudad tan viva y la soledad que dejaba la ausencia de mi esposo, que estaba de viaje en Monterrey. Nos habíamos mudado hacía apenas unas semanas a una antigua casa colonial al final de un callejón. La vivienda tenía encanto, sí, pero también un aire de misterio que se acentuaba por las sombras de la noche.

Esa tarde, mientras preparaba té en la cocina, escuché un murmullo detrás de mí. Sofía estaba de pie junto a la puerta, con los ojos muy abiertos, casi brillando en la penumbra.

—Mamá… tenemos que salir de la casa. Ahora. ¡Ya! —susurró, con un temblor que me heló la sangre.

Reí suavemente, intentando calmarla.

—Sofía, cariño… seguro es solo un cuento de miedo que escuchaste en la escuela. —Intenté sonreír, pero el nudo en mi garganta delataba mi inquietud.

—No… mamá, te lo juro. Algo está mal. Lo siento en todo mi cuerpo. —Su voz era firme, y algo en ella me obligó a dejar el té y tomarla de la mano.

En cuestión de minutos, estábamos fuera de la casa. Apenas cruzamos el portón, un estruendo ensordecedor rompió la quietud de la noche. Una llamarada surgió del interior, iluminando el callejón como si fuera de día.

—¡Dios mío! —grité, abrazando a Sofía mientras sentía el calor abrasador incluso desde donde estábamos. Los vecinos comenzaron a salir, gritando y corriendo, algunos intentando acercarse, otros paralizados por el miedo.

En medio del caos, un movimiento fugaz captó mi atención: una figura oscura cruzó por una ventana rota, moviéndose con rapidez y precisión casi sobrenatural. Sofía me agarró con fuerza, susurrando:

—Mamá… ¿lo ves? ¡Aún está dentro!

El miedo me paralizó por un segundo. Sabía que si intentábamos volver, podría ser nuestra perdición, pero también sentí un impulso casi irracional de enfrentar la amenaza. Respiré hondo y me acerqué a los vecinos más cercanos, pidiendo ayuda, mientras alguien llamaba a los bomberos y a la policía.

Las llamas devoraban la casa y, junto con el humo y el caos, un sentimiento de impotencia me envolvía. Sin embargo, la determinación de Sofía de sobrevivir me dio fuerza. Mientras la miraba, entendí que algo había cambiado en ella; su coraje era palpable y contagioso.

Capítulo 2 – Entre el fuego y la sombra


La llegada de los bomberos y la policía transformó el caos en acción organizada, pero el peligro no había desaparecido. Observábamos desde la calle, Sofía aferrada a mi brazo, mientras las llamas consumían cada rincón de la casa. El humo era denso y la madera crepitaba con un sonido casi humano.

—Mamá… ¿y si él sale? —preguntó Sofía, su voz quebrada por el miedo.

—No, Sofía… todo va a estar bien. Los bomberos están aquí. —Mi voz intentaba ser firme, pero internamente sentía cómo la ansiedad me estrangulaba.

Los bomberos luchaban contra el fuego, y la policía acordonaba la zona, interrogando a vecinos y buscando pistas de la figura que habíamos visto. Un oficial se acercó y me preguntó:

—¿Vieron algo más? ¿Alguien dentro?

Le relaté lo que Sofía había visto. Su expresión se volvió seria y asintió lentamente, tomando nota de cada detalle.

Mientras la noche avanzaba, las llamas disminuyeron, dejando un paisaje de escombros humeantes. La casa, nuestro hogar, estaba irreconocible. Sin embargo, en medio de los rescoldos, algo se movió: sombras que se desvanecían, objetos caídos que habían sido arrastrados. El corazón me latía con fuerza mientras me acercaba a Sofía, recordando sus palabras y su valentía.

—Mamá… lo siento. —dijo Sofía, con lágrimas corriendo por sus mejillas—. Si no te hubiera escuchado, no estaríamos aquí…

La abracé con fuerza, sintiendo un alivio profundo mezclado con tristeza por todo lo que habíamos perdido. Esa noche, la ciudad de Oaxaca seguía viva, pero para nosotras, todo había cambiado.

En la soledad de nuestro improvisado refugio en casa de una vecina, pensaba en el ladrón que se había atrevido a irrumpir en nuestra vida y en la intuición que había salvado a Sofía y a mí. Sentí que, a pesar del miedo y la destrucción, habíamos descubierto una fuerza inesperada dentro de nosotras.

Capítulo 3 – Renacer entre cenizas


A la mañana siguiente, la policía nos comunicó la verdad: el incendio había sido provocado por un ladrón experto que buscaba objetos de valor en la antigua casa. La figura que Sofía vio había sido él, moviéndose con rapidez y planificación. Gracias a la alerta de Sofía y nuestra evacuación inmediata, ningún daño físico ocurrió.

—Mamá… ¿lo matarán? —preguntó Sofía, con un hilo de esperanza y miedo mezclado.

—No, Sofía. La policía se encargará de que pague por lo que hizo. —Le acaricié el cabello, intentando transmitirle seguridad.

Durante los días siguientes, caminábamos por las calles de Oaxaca, mirando las fachadas coloridas y los mercados llenos de vida. La ciudad seguía igual, vibrante y alegre, pero para nosotras había un nuevo entendimiento de la fragilidad de la vida y la fuerza del vínculo familiar.

Sofía, que antes era tímida y reservada, ahora caminaba con la cabeza erguida, sus ojos brillando con una confianza nueva. Yo también había cambiado: entendí que mi hija, con su intuición y valentía, podía enseñarme más de lo que imaginaba.

Un día, mientras desayunábamos en un café frente al Zócalo, Sofía me tomó la mano y dijo:

—Mamá… ¿crees que podamos tener otra casa? Una que nos haga sentir seguras, pero también felices.

—Sí, mi amor. Y esta vez, construiremos recuerdos que nadie podrá arrebatar. —Sonreí, mientras el sol iluminaba nuestra mesa, mezclando la calidez del día con la promesa de un nuevo comienzo.

Aunque la casa se había perdido entre el fuego y la sombra, nosotras habíamos renacido de las cenizas, más unidas y fuertes que nunca. Oaxaca, con su historia, sus colores y su espíritu indomable, nos había enseñado que incluso en medio del caos, la vida podía florecer de nuevo.

‼️‼️‼️Nota final para el lector: Esta historia es completamente híbrida y ficticia. Cualquier parecido con personas reales, hechos o instituciones es pura coincidencia y no debe interpretarse como un hecho periodístico.
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