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En el funeral de mi esposo, apareció un número desconocido en la pantalla del teléfono: "Estoy vivo. No le creas a los niños." Lo tomé como una broma de mal gusto, hasta que llegó otro mensaje. Esta vez era una foto del escritorio de mi esposo, mostrando un compartimento secreto: "El testamento verdadero está aquí."

Capítulo 1 – La sombra del pasado


El campanario de la iglesia de Santo Domingo resonaba con un eco pesado mientras Isabella Morales se mantenía erguida, intentando contener las lágrimas que amenazaban con brotar. Los invitados se dispersaban lentamente entre los callejones empedrados de Oaxaca, sus voces mezcladas con el aroma del cacao que flotaba desde las cafeterías cercanas. La luz de la tarde se colaba por los vitrales, dibujando sombras que parecían bailar sobre el rostro de Isabella.

“Isabella… ¿estás bien?” preguntó su amiga cercana, Marcela, con voz temblorosa.

“Sí… solo necesito un momento,” murmuró Isabella, desviando la mirada hacia el ataúd cerrado. Nadie podía comprender realmente la mezcla de tristeza y sospecha que sentía. Hector había muerto, pero algo en su partida parecía… incompleto.

Ya en casa, el silencio del gran salón era casi opresivo. Diego y Lucía jugaban en la sala de estar, pero Isabella apenas los notaba. Sacó el teléfono, desplazándose por mensajes y fotos antiguas, intentando anclarse a una sensación de normalidad. Entonces, un mensaje desconocido iluminó la pantalla:

“Estoy vivo. No creas en los niños.”

Isabella frunció el ceño, creyendo que era una broma de mal gusto. Pero antes de que pudiera descartarlo, llegó otro mensaje, acompañado de una foto: el escritorio de Hector, un compartimento secreto abierto y vacío.

“El testamento verdadero está aquí.”

Su corazón golpeó con fuerza. ¿Hector estaba realmente muerto? ¿O había planeado algo antes de desaparecer de su vida? La mezcla de miedo y rabia la impulsó a actuar.

Esa misma noche, Isabella comenzó a investigar. Visitó abogados y antiguos socios de Hector, pero todos confirmaban lo mismo: él había muerto. Desesperada y sin más opciones, regresó a la casa y se dirigió a la oficina de Hector. Su respiración se aceleraba mientras abría el compartimento secreto, revelando un pequeño cofre de madera con signos de trámite legal pendiente.

Dentro encontró:

Un testamento secreto, nombrando a un extraño como heredero de la fortuna de Hector.

Un diario personal con una nota final: “Si esto llega a tus manos, Isabella, confía en una sola persona.”

El pulso de Isabella se aceleró aún más cuando su teléfono vibró de nuevo. Esta vez era un video: Hector, vivo, en una casa junto al mar, mirando directamente a la cámara.

“Isabella, no confíes en nadie más que en mí. Nuestra familia está en peligro.”

El miedo se mezcló con la confusión. ¿Hector estaba huyendo de algo o alguien? ¿O era todo un elaborado juego para manipularla y obtener la herencia? Sin pensarlo, Isabella decidió seguir la pista del video hacia la costa de Oaxaca, decidida a descubrir la verdad.

Capítulo 2 – Secretos en la costa


El sol comenzaba a ocultarse detrás de los cerros mientras Isabella conducía por la carretera que bordeaba la costa. Las olas golpeaban las rocas con fuerza, como un recordatorio de que las apariencias siempre esconden secretos. Su mente daba vueltas a cada posible escenario: ¿Hector estaba en peligro? ¿O había preparado todo para ponerla a prueba?

Al llegar a la casa indicada en el video, un hombre de mediana edad la esperaba en la puerta. Tenía cabello oscuro con algunas canas y una mirada intensa que le resultaba familiar.

“Mateo,” dijo Isabella, reconociendo al viejo amigo de Hector.

“Isabella… menos mal que viniste. Esto no es fácil de explicar,” dijo Mateo, haciendo un gesto para que entrara.

Una vez dentro, la casa parecía tranquila, pero cada objeto parecía narrar una historia de urgencia y peligro. Mateo le explicó lo imposible: Hector se había visto envuelto en un complejo caso de lavado de dinero internacional. Para proteger a su familia, fingió su muerte. Todo lo que ella sabía del testamento y su viuda afligida era solo una cortina de humo.

“¿Y los mensajes? ¿El video?” preguntó Isabella, con el corazón encogido.

“Era la única manera de asegurarnos de que vinieras y no confiaras en nadie más. Hay gente poderosa detrás de esto,” explicó Mateo.

Mientras hablaban, Isabella recordó los últimos años junto a Hector: sus secretos, su prudencia y su obsesión por proteger a la familia. Todo cobraba sentido de repente, pero también aumentaba el peso de la responsabilidad sobre sus hombros.

“Isabella, debes decidir qué hacer. Mantener esto en secreto es lo único que nos protegerá,” insistió Mateo.

Ella asintió, comprendiendo que la vida que conocía había cambiado para siempre. Pero en medio del miedo, algo brillaba: la posibilidad de reunir a su familia y salvar a Hector.

Durante los días siguientes, Isabella y Mateo trazaron un plan para liberar a Hector. Cada mensaje interceptado, cada movimiento calculado, aumentaba la tensión. Diego y Lucía notaban que su madre estaba más nerviosa, pero Isabella no podía explicar la verdad sin ponerlos en peligro. Cada noche, mientras la brisa del mar acariciaba la casa, Isabella se preguntaba si algún día volverían a tener una vida normal.

Capítulo 3 – Reencuentro y revelación


Una mañana envuelta en neblina, Isabella y Mateo vieron un barco acercarse a la orilla. Entre la bruma, una figura emergió: era Hector, su rostro marcado por el tiempo y la tensión, pero con la misma mirada que ella recordaba.

“¡Hector!” gritó Isabella, corriendo hacia él con los niños detrás. Diego y Lucía, al principio incrédulos, finalmente rompieron a llorar y abrazaron a su padre.

“Todo está bien… estamos juntos,” susurró Hector, sosteniéndolos.

Mateo observaba desde lejos, asegurándose de que nadie más los vigilara. La familia se reunió en silencio por un momento, escuchando el rugido del mar y sintiendo la fuerza de un vínculo que ninguna amenaza podría destruir.

Pero Isabella sabía que la tranquilidad era temporal. Los secretos y la codicia de algunos seguían presentes en el mundo que los rodeaba. Debían ser cautelosos, porque la riqueza y el poder siempre atraen la oscuridad.

“Gracias por salvarme… por salvarnos,” dijo Hector, tomando la mano de Isabella.

Ella sonrió con una mezcla de alivio y determinación. “Siempre… juntos. Nada nos separará.”

Juntos, caminaron hacia la playa, los rayos del sol reflejándose sobre el agua. La familia unida enfrentaba un futuro incierto, pero con amor y confianza mutua, sabían que podrían resistir cualquier tormenta.

En Oaxaca, entre las tradiciones de Día de los Muertos y el aroma del cacao, la vida continuaba. Pero Isabella y Hector entendieron que su historia, llena de secretos y peligros, sería siempre un recordatorio de que la familia y el amor son la verdadera fortaleza frente a cualquier adversidad.

El mar, testigo silencioso de su reencuentro, parecía susurrar: “Aquí comienza un nuevo capítulo, pero siempre con cuidado.”

‼️‼️‼️Nota final para el lector: Esta historia es completamente híbrida y ficticia. Cualquier parecido con personas reales, hechos o instituciones es pura coincidencia y no debe interpretarse como un hecho periodístico.

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