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La cripta que no quiso guardar silencio: el enigma de la tumba de la familia Chase en Barbados

Por más de dos siglos, una cripta de piedra ha desafiado a la razón humana. En una isla famosa por sus playas de postal y su brisa caribeña, existe un lugar donde los muertos parecían negarse a permanecer quietos. No es ficción ni leyenda inventada para turistas: es uno de los misterios funerarios más inquietantes del mundo atlántico.

Introducción: el lado oscuro del paraíso

Cuando pensamos en Barbados, desde México solemos imaginar un destino de ensueño: arena blanca, mar turquesa, ron añejo y música que acompaña el ritmo pausado del Caribe. Sin embargo, como ocurre con muchos lugares bendecidos por la naturaleza, también existen historias que no aparecen en los folletos turísticos. Relatos que se transmiten en voz baja, especialmente al caer la noche.

Uno de esos relatos —quizá el más perturbador— es el de la cripta de la familia Chase, un mausoleo que, a principios del siglo XIX, se convirtió en escenario de fenómenos que nadie pudo explicar de manera convincente. Ataúdes pesados como automóviles pequeños que se movían solos, sellos intactos que no impedían el caos interior, y autoridades coloniales que, tras investigar, se rindieron ante lo inexplicable.

Este reportaje reconstruye la historia completa de la tumba Chase: los hechos documentados, el contexto social de la época, los testimonios que alimentaron el terror popular y las teorías —científicas y sobrenaturales— que intentan explicar lo que ocurrió. No para vender miedo fácil, sino para comprender por qué, más de 200 años después, esta cripta sigue inquietando a quien se atreve a conocerla.

Barbados a comienzos del siglo XIX: una isla bella y brutal

Para entender el misterio, es necesario situarnos en el Barbados colonial de inicios del siglo XIX. La isla, parte de las Antillas Menores, era entonces una de las joyas del Imperio Británico. Su economía dependía casi por completo del azúcar, producido gracias al trabajo forzado de miles de personas esclavizadas de origen africano.

La sociedad estaba profundamente estratificada. En la cúspide se encontraban las familias blancas propietarias de tierras y esclavos; más abajo, una población oprimida que sufría castigos brutales y una vida sin derechos. Este contexto no es un simple detalle histórico: influye directamente en la reputación —y en la leyenda— de la familia Chase.

La cripta en la colina: arquitectura de la muerte

La cripta de la familia Chase se encuentra en el cementerio parroquial de Christ Church, cerca del poblado costero de Oistins, al sur de la isla. Está situada sobre una colina con vista al mar Caribe, un detalle que, para algunos, añade un aire poético; para otros, un escenario perfecto para lo macabro.

La estructura es semisubterránea, construida con bloques de coral compactado y reforzada con concreto en los cimientos, una técnica común en la isla debido a la abundancia de este material. El acceso se realiza por una pequeña escalinata de piedra, bloqueada por una enorme losa de mármol azul, tan pesada que se requerían entre seis y siete hombres adultos para moverla.

No era una tumba cualquiera. Estaba diseñada para resistir el tiempo, las tormentas tropicales y, en teoría, cualquier intento de intrusión.

De Elliot a Chase: una tumba con pasado ajeno

Curiosamente, la cripta no fue construida originalmente para los Chase. En 1724, se edificó para un hombre llamado James Elliot, quien, irónicamente, nunca fue enterrado allí. Con el paso de las décadas, la tumba quedó abandonada y envejecida, marcada por la humedad y la erosión salina.

En 1808, la familia Chase —rica, influyente y temida— compró la cripta para convertirla en su mausoleo familiar. Para entonces, ya había un cuerpo en su interior: el de Thomasina Goddard, enterrada en 1807 dentro de un sencillo ataúd de madera. El patriarca de los Chase, el coronel Thomas Chase, decidió no perturbar sus restos.

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Esa decisión marcaría el inicio de una cadena de acontecimientos que nadie pudo prever.

La familia Chase: riqueza, crueldad y mala fama

Los Chase no eran queridos por la población local. Diversos relatos históricos coinciden en que Thomas Chase tenía un carácter violento y era especialmente cruel con las personas esclavizadas que trabajaban para él. En una sociedad ya de por sí brutal, su nombre destacaba por el abuso y el castigo excesivo.

Este detalle es clave, porque en muchas culturas —incluida la caribeña— se cree que la injusticia extrema deja huellas, incluso después de la muerte. No es una explicación científica, pero sí una razón por la cual el pueblo estaba dispuesto a creer que algo oscuro rodeaba a esta familia.

Las primeras muertes: niños y tragedia

En 1808, la primera en ser enterrada tras la compra de la cripta fue Mary-Anne Maria Chase, una bebé que murió siendo recién nacida. Su cuerpo fue colocado dentro de un ataúd de plomo, un material extremadamente pesado que se utilizaba para preservar mejor los restos y evitar filtraciones de agua.

Cuatro años después, en 1812, ocurrió una tragedia aún más inquietante. Dorcas Chase, hermana mayor de Mary-Anne, murió en circunstancias que estremecieron a la isla. Según los rumores de la época, la joven habría muerto de inanición, como resultado del trato cruel de su propio padre. Aunque no existen registros médicos concluyentes, la versión se difundió rápidamente.

Dorcas también fue enterrada en un ataúd de metal pesado, junto a su hermana.

Agosto de 1812: el inicio del horror

Un mes después de la muerte de Dorcas, el propio Thomas Chase falleció. De acuerdo con varios testimonios históricos, su muerte fue considerada un suicidio, aunque las razones exactas nunca quedaron claras.

Durante su funeral ocurrió algo que marcaría para siempre la historia de la cripta.

Cuando los hombres retiraron la losa de mármol para introducir el ataúd del coronel, se encontraron con una escena imposible:

El ataúd de Dorcas estaba de pie, girado contra una pared.

El de la bebé también había cambiado de posición.

No había señales de vandalismo. La losa seguía sellando la entrada desde el entierro anterior. Los ataúdes no estaban dañados ni faltaba nada.

La explicación inmediata fue la más racional: alguien había entrado, movido los ataúdes y vuelto a sellar la tumba. Por precaución, los trabajadores colocaron los féretros en su lugar original y reforzaron la entrada.

Pero el misterio apenas comenzaba.

1816: el regreso del caos

Durante algunos años, el incidente fue relegado al ámbito del chisme incómodo. Hasta que en 1816, la cripta volvió a abrirse para enterrar a Charles Brewster Ames, un niño de 11 años.

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Al levantar la losa, los presentes quedaron paralizados:
todos los ataúdes, incluido el del propio Thomas Chase, estaban desordenados, como si hubieran sido lanzados violentamente dentro del espacio reducido.

Una vez más, no había señales de entrada forzada. Los hombres, visiblemente alterados, recolocaron los féretros y reforzaron la tumba por segunda ocasión.

En el pueblo, el miedo empezó a tomar forma.

Rumores, gritos y caballos enloquecidos

La imaginación popular hizo el resto. Se hablaba de espíritus, maldiciones, brujería y castigos divinos. Una historia especialmente perturbadora narraba que una mujer que pasaba a caballo cerca de la cripta escuchó gritos y lamentos provenientes del interior. Su caballo, presa del pánico, comenzó a espumar por la boca y casi la derriba.

Días después, se decía que varios caballos del área se desbocaron inexplicablemente y se arrojaron al mar, muriendo ahogados.

¿Exageraciones? Posiblemente. Pero en una comunidad pequeña, estos relatos reforzaron la sensación de que algo profundamente anormal estaba ocurriendo.

Un detalle clave: el ataúd que nunca se movió

En 1816 y nuevamente en 1819, cuando se realizaron entierros adicionales —Samuel Brewster y Thomasina Clark—, el fenómeno se repitió. Ataúdes de plomo desplazados, apilados, volcados.

Pero había una constante inquietante:
el ataúd de madera de Thomasina Goddard nunca se movió.

Mientras los féretros metálicos, mucho más pesados, parecían jugar a cambiar de lugar, el más frágil permanecía intacto, sin un rasguño.

Este detalle es uno de los grandes obstáculos para cualquier explicación lógica.

El gobernador entra en escena

La situación llegó a oídos del gobernador de Barbados, Lord Combermere, quien decidió investigar personalmente. En 1819, asistió al entierro de Thomasina Clark y fue testigo directo del estado caótico del interior de la cripta.

Ordenó una inspección exhaustiva. No se encontró evidencia de vandalismo, ni túneles, ni grietas por donde alguien pudiera entrar.

Entonces tomó medidas drásticas:

Los ataúdes fueron colocados correctamente.

La entrada fue sellada con mortero.

El gobernador presionó su anillo oficial sobre el cemento húmedo como sello de autoridad.

Se esparció arena blanca y fina en el suelo para detectar huellas.

Ocho meses después: el misterio definitivo

Ocho meses más tarde, Lord Combermere ordenó reabrir la cripta.

El sello estaba intacto. Nadie había entrado.

Al mover la losa, el horror fue inmediato:
el ataúd de Thomas Chase estaba bloqueando la entrada, como si hubiera sido arrojado con una fuerza descomunal desde el interior.

Dentro, el desorden era peor que nunca. La arena no mostraba huellas. No había humedad, ni señales de inundación. Todo estaba seco.

Ante lo inexplicable, el gobernador tomó una decisión final.

El final de la cripta Chase

Todos los cuerpos fueron retirados y enterrados por separado en tumbas individuales dentro del cementerio. La cripta Chase fue declarada vacía y nunca volvió a utilizarse.

Hasta hoy, permanece abandonada.

Teorías: ¿fantasmas, terremotos o fraude?

A lo largo de dos siglos, se han propuesto múltiples explicaciones:

Actividad paranormal: espíritus vengativos, especialmente asociados a la crueldad de Thomas Chase.

Actividad sísmica: pequeños terremotos podrían haber movido los ataúdes, aunque no afectaron tumbas cercanas.

Inundaciones subterráneas: descartadas por la falta de humedad y por el peso de los ataúdes.

Fraude o exageración: algunos historiadores sugieren que la historia pudo haber sido adornada con el tiempo.

Ninguna teoría explica todos los detalles, especialmente el caso del ataúd de Goddard.

Conclusión: un misterio que se niega a morir

La tumba de la familia Chase no es solo una historia de terror. Es un espejo del miedo humano ante lo desconocido, una crónica donde se mezclan hechos documentados, contexto social y creencias populares.

Desde México, acostumbrados también a convivir con la muerte —pero de una manera ritualizada y simbólica—, esta historia resuena de forma especial. Nos recuerda que incluso en los lugares más bellos, el pasado puede susurrar desde la oscuridad.

La cripta está vacía.
Pero su misterio, no.

‼️‼️‼️AVISO: Este artículo reúne información de diversas fuentes con fines únicamente de entretenimiento y referencia. No tiene valor académico ni de investigación, y no debe considerarse como un reportaje o noticia.

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